12.24.2008

Navidad


En su casa nunca hubo un pesebre, al
menos eso cree si uno le pregunta.
Reconoce, siempre iba directo a los
regalos. Si a las doce mamá se acordaba
de poner al niño Jesús, era dato menor
mientras estuviesen los regalos.

Ya de adolescente, cuando los libros y
la militancia se le atravesaron en su
vida, no podía dejar de desglosar cada
símbolo navideño dentro de un contexto
histórico y político.

De hecho, si se le pregunta, esboza una
risa igual a la de la primera vez que
observó que el santo pagano de los regalos
vestía de rojo y era un barbudo
como los de la Sierra Maestra.

"Imaginate al barbudo rojo entrando con
paquetes en la Casa Blanca. Le cae todo
el equipo antibombas de la CIA", ríe y
recuerda.

Ya de grande, las 00.00 del 25 eran el
momento para materializar todo el amor
que tenía por sus hijos, haciendo
esfuerzos económicos que la ubican dos
escalones arriba en la pirámide social.

La idea no le agradaba, y miraba con
celos a la pelota de fútbol o a la
muñeca regaladas, cuando sus hijos reían
y las abrazaban. Esas cosas, le estaban
robando abrazos.

"Pero qué querés hacer, todos los nenes
reciben regalos. Tienen que jugar,
divertirse", lo calmaba Belén, no la
estrella sino su compañera. Más aún,
cuando le daba el primer beso del 25.

Allí estaba, frente al pesebre, otra
vez. Pero ahora, sí advertía su
presencia. No podía evitar mirarlo y
desear que el espacio de ese niñito, del
que salieron todas las ideas manoseadas,
mal usadas, violadas, de los últimos 2008
años; estuviera vacante.

Un lugar libre para liberar. Para que
llegué no un loco que después se
transforma en castradora religión, ni un
líder de una vanguardia. Un lugar libre
pero depositar la esperanza de un ser
humano nuevo. Un bebito como sinécdoque
de una humanidad.

¡Nlockd! Por la presión del gas atrapado
en la botella, el corcho golpeó contra
el techo sin que ningún ojo se le
interponga.

"¡Ey! ¿Qué mirás loco? Vení. Ya está la
sidra. Vení a compartir".

Compartir, pensó. Es una buena excusa,
los giles que inventaron todo esto no se
dieron cuenta de que esa es la semilla
que germina a la sinécdoque, esbozó otra
sonrisa por lo que pensaba mientras
arrimaba una copa al pico de la botella.

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